¿Cuántas veces nos hemos sentido ansiosos? ¿Cuántas veces hemos oído a alguien que había tenido ansiedad o hemos estado con él en un momento de ansiedad?
Tener ansiedad es algo muy común hoy en día, constantemente la vemos en nosotros mismos o a nuestro alrededor. Pero…por qué? De dónde viene?
Actualmente estamos muy poco acostumbrados a tolerar el sufrimiento, a aceptar y aceptarnos cuando algo no va bien o nos hace sentir mal. Y para no sentir este malestar solemos hacer estrategias evitativas o distractores.
¿Te suena familiar? ¿Lo reconoces en ti mismo? Con distractores nos referimos a cosas que seguramente has practicado en más de una ocasión. Unos ejemplos serían:
– Ocuparte todo el tiempo para evitar pensar.
– Trabajar mucho o tener mucho ocio sin descanso.
– Focalizarnos en la comida u otro interés o actividad.
– No hablar del tema.
– Actuar como si no estuviera pasando nada, …
Pues bien, cuando nos pasa esto, cuando intentamos no conectar con el malestar o sufrimiento, este se nos va acumulando. A corto plazo obtenemos el beneficio deseado, no sentir el sufrimiento, pero a largo plazo ese malestar acumulado, al cual no hemos hecho caso durante demasiado tiempo, se manifestará con mayor intensidad. La ansiedad será una posible manifestación que según su gravedad podrá llegar a afectarnos en nuestro día a día.
¿Qué hacer entonces?
Será importante atendernos, escucharnos, poner palabras a lo que nos está pasando y darnos tiempo para vivirlo y procesarlo. Exteriorizarlo también nos ayudará a regularnos y comprobaremos como gracias a todo esto el malestar, contrariamente a lo que nos podría parecer, disminuye y nos vamos encontrando más reconfortados.
Te animo a que lo compruebes por ti mism@. Empieza tal vez con malestares menos importantes para coger práctica y confianza en ti, y así experimentarás el beneficio de acoger tus propios estados y emociones!