A pesar de que a veces cueste aceptarlo, la vida es un cambio constante, no hay nada que dure siempre, aunque nos aferremos a ello.
Por un lado, podemos hablar de las grandes etapas de la vida: niñez, adolescencia, edad adulta y madurez, pero también podemos hablar de otras muchas etapas que duran menos y no siempre son universales para todos. Cerramos una etapa laboral, se acaba una relación, los hijos han crecido y se van de casa, etc.
La vida es un cambio imparable y a veces nos cuesta tanto aceptarlo porque en el cambio siempre hay una pequeña pérdida. Entonces nos vemos inmersos en una lucha para que este cambio no se produzca, intentamos mantener lo que teníamos y en ocasiones nos bloqueamos porque nos negamos a avanzar y ya no podemos ir hacia atrás.
«Todo tiempo pasado NO fue mejor«
Popularmente es muy conocida la frase de «Todo tiempo pasado fue mejor» y esa creencia con la que crecemos, hace que de una manera casi inconsciente pensemos que pasar a una nueva etapa significa ir a peor.
Es importante saber hacer una transición correcta de una etapa a otra y no quedarnos enganchados en lo que pasó o lo que dejó de pasar, ya que esto puede producir un desgaste emocional muy elevado.
Para hacer esta transición hay que adoptar una serie de actitudes que nos ayudarán a afrontar los cambios:
- Entiende el cambio de etapa como una pequeña pérdida y prepárate para hacer un duelo de esa pérdida.
- Acepta la emoción de tristeza y dolor que puede sobrevenir ante un cambio y permite que ocurra.
- Permítete desprenderte de aspectos del pasado que todavía te impiden evolucionar, tanto elementos físicos, como rutinas o incluso creencias.
- Mira hacia adelante, de esta manera podrás observar qué es lo que está por venir. Conecta con esas nuevas emociones que vienen provocadas por situaciones nuevas y empieza a construir el presente.
- Acepta que después de esta etapa vendrá una nueva y que los cambios también pueden ser positivos