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Cómo afrontar el verano

En general dicen que desde tradiciones ancestrales se abre un periodo en el que estamos más abiertos al amor, a vivir  nuevas experiencias y a conocer nuevos parajes y puede que esto lo llevemos en el ADN. Ahora, el verano a cada uno le conecta con cosas distintas por la herencia de nuestra familia y las experiencias vividas en el pasado: las vacaciones, los días de pueblo, las tardes de piscina o playa, los deberes del verano… ¿Te suena?

Esta semana celebramos el Solsticio de Verano e inauguramos una época de sol y vacaciones. Pero, ¿todos lo celebramos igual?

En general dicen que desde tradiciones ancestrales se abre un periodo en el que estamos más abiertos al amor, a vivir  nuevas experiencias y a conocer nuevos parajes y puede que esto lo llevemos en el ADN.

Ahora, el verano a cada uno le conecta con cosas distintas por la herencia de nuestra familia y las experiencias vividas en el pasado: las vacaciones, los días de pueblo, las tardes de piscina o playa, los deberes del verano… ¿Te suena? ¿Te resulta familiar? ¿A qué te conecta todo esto?

¿Podrías resumir en pocas frases o palabras cómo fueron tus vacaciones en la infancia o la adolescencia? ¿qué destacarías? Te propongo que hagas este ejercicio tratando de conectar con las sensaciones que te vengan, sin sumergirte plenamente en ellas pero si tomando consciencia de lo que está ahí.

Si las sensaciones que te vienen son agradables nuestro hipocampo guarda buenas memorias de esos tiempos y eso puede traernos más fácilmente la sensación de apertura propia del verano. Si por el contrario llegan sensaciones, imágenes o ideas desagradables nuestra memoria está conectando con registros  que nos separan de la alegría del verano y puede que conectemos con sensaciones de rechazo que nos lleven a evitar posibles buenas experiencias durante las presentes vacaciones.

 

¿Qué podemos hacer entonces? Sigamos con el ejercicio terapéutico que hemos iniciado hace un momento. Vuelve a los recuerdos de esas experiencias y ahora visualiza o piensa aquello que haría tu parte adulta con la niña o el niño que vivió esas experiencias. Visualiza un gesto de cariño, presencia y conexión con ese recuerdo desde el aquí y el ahora con tus recursos y fortalezas presentes. Si notas alguna sensación en el cuerpo acaríciala suavemente con la intención de calmar como si el niño o la niña estuviera ahí.

Para acabar trae a tu mente una experiencia agradable que le gustaría hacer, vivir o sentir a esa parte de ti y ¡manos a la obra!

Espero que este ejercicio te resulte muy útil y reconfortante,

Si no sientes que de esta manera hayas limpiado el malestar que sientes con respecto a esas experiencias te recomiendo que pidas cita y juntos curemos esa herida.

Mercè Morán

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